“Tengo más de veinte años
y quiero los colores, los colirios, mis delirios…
Estoy conectada con un futuro blue”.
Nacida en Buenos Aires, Ileana Hochmann vivía y estudiaba arte de vanguardia en Rio de Janeiro, Brasil, cuando estallaba el tropicalismo y en la voz de Elis Regina comenzaba a sonar “20 años blue”, de Vitor Martins y Sueli Costa. De aquella bellísima canción en portugués sale el título para esta antológica entre las paredes azules de Circa, esta muestra que da a vislumbrar más de 45 años de exponer obra entre dos países y por los más prestigiosos espacios del mundo, en una trayectoria resplandeciente y nómade.
Del dibujo o la fotografía a la serigrafía, estampa todoterreno que se enrosca y combina formando objetos; del objeto al cuerpo que se lo agencia en una performance, que fotografiada deviene en instalación, la gráfica expandida de Ileana Hochmann es una cinta de Moebius: su topología transforma las dos dimensiones en tres, a través de un giro que habilita un andar infinito. Desde una site-installation sobre las ruinas de un circo romano, a un manto ritual como el que la neovanguardia carioca toma del samba; o con huesos vaciados de sus médulas, o con restos urbanos de plantas y plásticos, o con salvajes costuras que unen textiles, o con formas modeladas en un barro prehistórico -y sin privarse de usar, como herramienta en isla desierta, el teléfono celular registrando la enigmática belleza de su propio cuerpo a los 75-, Ileana Hochmann hace de su materia autobiográfica una arqueología que excava pasajes en todas las direcciones del tiempo. Iluminados por un sentido no occidental del rito, los trazos escriturarios de Ileana Hochmann portan una palabra íntima, preciosa y acaso sagrada. Lo mismo pasa con las esquirlas de naturaleza que rescata, y que parecen poseídas de un decir humano. O con los fragmentos de fotografías que su obra esconde y revela, como detalles en un relicario. Estas obras requieren un tiempo de desciframiento: el tiempo de una espera.
Beatriz Vignoli
Rosario, 2023






